viernes, 10 de junio de 2011

SEMBLANZA PÓSTUMA DE MI MADRE


Si la muerte no se la hubiera llevado una noche de Abril del año 2007, yo estaría pensando en que cosa regalarle a mi madre este 11 de Junio. Probablemente la tendría que llevar a ella misma a alguna tienda para que escoja su regalo. Y probablemente ella escogería algo de ropa, una cartera o quizás unos pendientes de moda.
Porque ella era así, coquetísima, muy femenina y a la vez muy guapa. Tenía grandes ojos oscuros expresivos como pocos. Nos decía a mis hermanas y a mí que” una mujer con bonitos ojos nunca podía ser fea”. Verdad o no, sus dichos eran en mi casa sentencias absolutas sobre las que no cabían dudas. Era baja de estatura pero lo disimulaba muy bien con tacones muy altos. Su nariz respingona le daba cierto aire orgulloso y su pequeña boca hacía que la sonrisa de mi madre fuera su mayor atractivo y su mejor arma para encandilar a todos los que la conocían.

“…Hoy me levanté con ganas
de darle a mi corazón,
el gusto de hacer un tango
que en sus acordes porteños,
lleve engarzado el amor de las madres que se fueron
y que junto a Dios están…” (1)


Pero mi madre era dos personas en una, y por ello una mujer difícil de descifrar, cambiante, movediza, insólita, a veces contradictoria.

Una era la amiguera, alegre y divertida a quien le encantaban las fiestas y si en algún momento del ágape alguien le pedía que cante ella no se hacía de rogar porque lo hacía muy bien, tenía una voz preciosa: entonada, aguda, modulada a la que le ponía mucho sentimiento.
Y es que de joven, allá por los años cuarenta, mi madre cantaba tangos en la radio, pero no lo hizo por mucho tiempo ya que era un trabajo que pagaba poco y con muchos riesgos para las jovencitas pues los malos empresarios trataban de aprovecharse de ellas.

“..Tu canción
tiene el frío del último encuentro.
Tu canción
se hace amarga en la sal del recuerdo.
Yo no sé
si tu voz es la flor de una pena,
sólo sé que al rumor de tus tangos, Malena,
te siento más buena,
más buena que yo…” (2)


Mi madre era muy hacendosa, lo que antiguamente la calificaría como la ama de casa perfecta. Preparaba exquisitos platos y se la pasaba decorando la casa todo el tiempo. Como muchas jóvenes de su época, había estudiado costura y bordado y guardaba en su ropero su título de profesora de labores. Ella cosía su propia ropa y la de nosotros con muy buen gusto.

Aún éramos niños, cuando decidió aprender a tejer a máquina. Contrató a una profesora brasileña que venía a mi casa tres veces por semana y al poco tiempo nos estaba haciendo chompas para todos. Durante casi dos años las madejas de lana llenaban bolsas de bolsas en un cuarto de la casa que había convertido en un taller. Cuando notó que el trabajo de ensartar aguja por aguja le comenzó a gastar la vista lo dejó de plano. Vendió las máquinas y prefirió seguir tejiendo a palitos hasta su vejez.
Poco tiempo después decidió tomar un curso de peinados y tintes en el instituto “Helena Rubinstein” Estudió dos años, hizo muchas amistades y obtuvo su título de peinadora. Sin embargo no le gustó la idea de poner un salón de belleza como le aconsejó mi padre sino que prefirió usar su arte en casa. Mi hermana y yo que ya éramos casi adolescentes estábamos felices de tener quien nos corte y nos peine el cabello a la moda en nuestra propia casa.

“..Cada palabra tuya era la vida,
era la lluvia cierta de tu amor:
ya entrecierro los ojos para oírlas
y verte una vez más aunque enseguida
te pierdas en las brumas de otro adiós…” (3)

La Otra parte de ella era la que nos cogía de sorpresa; surgía cual tornado que ruge y todo lo echa abajo. Explosiva, y violenta se enojaba algunas veces por un pequeño detalle. Seguramente lloraba por penas que probablemente guardaba y que nosotros no comprendíamos ni podíamos consolar. O tal vez tenían por causa su espíritu apasionado o su exceso de energía. No se sabía entonces nada de la bipolaridad. Pero fue la muerte, esa horrible calavera, la que la golpeó dos veces, llevándose a sus dos hijos varones cuando eran todavía niños. Algo terrible para una madre el tener que sobrevivir a los hijos. Pero su signo era vital y tenía que vivir para cuidarnos a nosotras. Esta vez le tocó aprender a evadirse de la tristeza y a escaparse de la locura con una misteriosa habilidad que nunca llegamos a descubrir. Guardaba secretos que mis hermanas y yo supimos respetar y que se llevó a la tumba.
Mañana 11 de Junio la saludaré en la misa y me pondré a escuchar sus tangos preferidos, recordaré su mirada traviesa y su alegría que alborotaba la casa y hacía que brotaran las flores en el jardín.

“…Cada día te quiero más y en mi afán te nombro
cada día te extraño más, a pesar de todo.
Cada día que pasa con cruel insistencia
tu imagen se agranda, se agranda y se aleja.
Y sé que es muy tarde ya, que he quedado solo,
solo a solas con mi propio error... y te extraño más…”(4)


(1)Tango “Cabecitas Blancas” (E.Dizeo)
(2) Tango “Malena” (Manzi y Demare)
(3) Tango “Cada palabra tuya” (Eugenio Majul)
(4)Tango “Cada día te extraño más” (Bahr y Pontier)