El crimen y el delito son el manjar predilecto de nuestra televisión basura. Ya sin maquillaje arremete y se instala en todos los hogares peruanos con el supuesto nombre de periodismo televisivo. Los canales se pelean como pit bulls rabiosos partes ensangrentadas de las cejas mordidas, de las caras amoratadas, el cadáver achicharrado, acuchillado, o atropellado del prójimo o se deleita con morbosidad entrevistando a la madre de algún hijo/a violado por su propio padre.
La manipulación y la desinformación de los hechos policiales constituyen además del escándalo el centro de la información periodística en nuestro medio.
¿Qué logran con esto los dueños de los medios televisivos?
Mayor rentabilidad empleando el morbo, lo escabroso y el sensacionalismo barato.
Y por otra parte, tratar de convencernos de que la inseguridad va en aumento y que ahora está viviendo a nuestro lado.
A los que llenan los noticieros con este tipo de contenidos ya ni siquiera se les puede llamar periodistas de baranda ni periodistas policiales, sino simplemente buitres.
Los televidentes no podemos dejarnos aplastar por tanta manipulación y desinformación.
Generalmente no somos informados sobre los hechos políticos, económicos ni científicos, que ocurren fuera de nuestro territorio.
Con excepción de un programa en el canal nacional, las noticias internacionales suelen darse sólo y exclusivamente por la barra informativa.
La gente está muy bien enterada de que a un cantante de cumbia le hicieron ponerle su apellido a una bebita que no era suya y de cómo lloraba el “pobrecito” frente a cámaras sin pensar de que se trata de un ser humano inocente, que ya tiene derechos de persona, pero a quien públicamente están “peloteando” como en un partido de vóley.
En ese caso específico ninguna institución pública hizo nada por proteger la identidad de la menor.
Esta crudeza insensible del pseudo-periodismo a la que nos hemos habituado no puede ser aceptada por los efectos de impacto que produce en nuestra población a través de un discurso predominante reforzado por imágenes que se van grabando en el inconsciente social. Algunos de estos efectos nefastos son:
- La construcción social de la angustia y los miedos urbanos por medio de la sobre valoración de lo inseguro. “Los medios de comunicación se han convertido en evangelizadores del miedo…” (1)
- La exacerbación de la violencia pues los hechos criminales se han convertido en un melodrama. Por ejemplo. En el Perú el feminicidio ya está considerado un delito y debe ser tratado en los tribunales. Existe una normatividad tanto en el código penal como en la responsabilidad social de los medios de comunicación de autorregulación que no se estaría cumpliendo. Es porque se le da un excesivo protagonismo a los victimarios. Se les entrevista, se les pide que cuente al detalle lo más execrable de los hechos. Pero principalmente porque como cita Germán Rey: “…En América Latina los delitos que se denuncian no son todos los que se cometen y muchos de los que se cometen nunca serán castigados.” (2)
- Es un hecho aceptado que los medios de comunicación influyen a través de exposiciones continuadas de tipo conductista en el receptor, es decir en los televidentes, especialmente, en los más vulnerables que pueden ser los menores de edad o las personas con poca instrucción. Demasiado estímulo agresivo puede dañar la susceptibilidad de una persona provocar una predisposición para cometer hechos violentos.
Finalmente, es hora de que a los canales se les recuerde que tienen que tienen mucha más responsabilidad social que la que demuestran y que por unos dólares más están contribuyendo a crear ciudades enfermas y violentas y que indirectamente están afectando a la gobernabilidad por más que aparenten ser defensores de la democracia.
(1) Rey Germán: “El cuerpo del delito” p.p.11
(2) Rey Germán: “El cuerpo del delito” p.p. 12