Me solicitan mis amigas que escriba algo sobre la infidelidad, algo que también he sufrido, así es que esta vez "sin documentos" como se titula una canción del genial Calamaro voy a darles mi opinión.
El infiel es para mí un apostador, que lo apuesta todo a perdedor: su esposa, sus hijos, sus amistades y a veces hasta su trabajo. Hay mucho de riesgo en el juego de la infidelidad y lo emocionante es que exista una persona, sea novia o esposa, que haga de tonta, sinó no hay diversión.
Las mujeres pretendemos alargar la juventud con estiradas, cosméticos y mil formas de tratamientos. Los hombres prefieren demostrar que siguen en forma por el número de mujeres que pueden conquistar y/o iniciando una vida distinta, con nuevas parejas. A partir de cierta edad, los casos se vuelven similares.
Para las cincuentonas no nos queda más remedio que aceptar la realidad cuando nuestros maridos prefieren irse a convivir con la ex amiga, la ex secretaria o la ex empleada del hogar.
"Mi marido se ha ido a vivir a un pueblo joven con una mujer vulgar" "Mi marido le manda plata, de un sueldo que apenas alcanza, a una chiclayana que tiene esposo e hijos" "Mi marido está perdidamente enamorado de una vendedora de pescado, ignorante que no tiene ni secundaria completa", etc, etc.
Y en todos estos casos ¿dónde quedan los hijos, que generalmente, ya son jóvenes?
¿Acaso a ellos se les dijo alguna vez que iban a tener padre sólo mientras eran niños?
En el programa de Belmont "A corazón abierto", un programa excelente, exitoso y digno de imitarse, escuché del sacerdote Guillermo Oviedo una definición importante referida a la persona que sirve de modelo de valores para los hijos. Según explicó, el padre de familia es el "prototipo" el primer modelo de valores, distinto del "estereotipo" es decir, lo que socialmente nos rodea.
No se necesita ser católico para tener valores, pero no se puede negar que la Iglesia Católica es una de las pocas instituciones que se preocupan de que nuestra sociedad no siga deteriorándose desde el punto de vista ético.
Existe un relativismo importado en cuanto a los valores, pero no echemos toda la culpa a los medios de comunicación ni a la globalización. Los valores fundamentales, entre los cuales se encuentra la lealtad y la fidelidad, se aprenden en el hogar. "La fidelidad en estos tiempos es sólo una cuestión de sonido" dicen los imbéciles que por decir eso se sienten muy modernos.
La modernidad no es promiscuidad. Los antivalores no nos volverán más civilizados, todo lo contrario.
A estas alturas de la vida, es decir a partir de los cincuenta(*)las madres nos quedamos con nuestros hijos y ellos, los ex padres de familia se van, cual viejos guerreros medio descompuestos, a vivir aventuras amorosas.
Si supieran lo que dejan cuando se van, no sólo familias rotas, principalmente mucho dolor y corazones destrozados pues el vaso de la confianza una vez roto no se pega ni con "triz". Y si se pega, quedan las heridas, siempre abiertas, siempre sangrantes por una vida juntos compartida, jamás agradecida ni valorada por ellos.
¿Y entonces que hacemos nosotras? ¿nos ponemos a tejer como Penélope esperando a que nuestro recontra viejo Ulises regrese para que le pongamos los pañales?.
Nóooooooooo, la vida sigue amigas, continúa. Nosotras que nos quedamos al lado de nuestros hijos si podremos disfrutar ver crecer a nuestros nietos día a día, compartiremos de cerca los éxitos de nuestros hijos mientras seguimos trabajando ya sea en la universidad, en la casa, en una empresa propia, o mientras escribimos un libro.
Pero hay dos cosas: o seguimos con nuestra lucha femenina contra la vejez,armadas con cremas con "lifting", fajas y/o dietas, que en esta sociedad de consumo inventaron los hombres para tenernos esclavas mientras ellos caminan felices calvos, arrugados y panzones O comenzamos a madurar hermosamente de adentro hacia afuera con Dios de la mano, viviendo sólo el hoy y dándole las gracias por no ser agnósticas.
Eso es todo amigas, como diría Bugs.
(*)no es posible generalizar en cuanto a la infidelidaad ni establece la edad en que se produce, se ha tomado la edad de los cincuenta como referencia para hacer el artículo según experiencias personales. Según estadísticas, el divorcio se ha incrementado en las últimas décadas a cualquier edad.
Imagen: tomada del Google